La forma de diseñar es fundamental. Y, por supuesto, no es fácil. El modelo de jardinería cambia, los paisajistas / jardineros / viveristas más concienciados intentan navegar en un barco con un ancla tres veces su tamaño. Van a vela, sin motor y compiten con fueraborda, aguantan tormentas y mala mar. Somos los últimos en llegar a una obra.
No piensan mucho en nosotros, a veces me pregunto si no es mejor que pinten un muro de verde, hay un montón de RAL’s para elegir… No somos decoradores que ponen lujosos textiles en su interior, tratamos con plantas. Ponemos en algunos casos, carísimas plantas. Están vivas y deben mantenerse vivas. Y, cuando no hay dinero, ponemos plantas miramientos que deben cuidarse muy bien en los primeros años, y por mucho que lo predique, no consigo que entrenen la paciencia de casi ningún cliente.
El éxito de un jardín pasa por una buena idea, un buen proyecto, una buena selección de planta (que implica tener un buen proyecto que no sólo es un súper diseño de pérgolas, bancos, iluminación y acerado en formas asimétricas, con espacios verdes imposibles de regar o mantener, o plantar ufana vegetación que sobreviva, tatachán, error, tatachán, error cosa crezca donde no quiere no ayuda y es un consumo de energía bestial, pero a veces por no pelearte…).
Un jardín y un parque es nuestra mente es un sitio con árboles y plantas. Tardan unos años en crecer, eso sí. Pero no es un mausoleo de farolas y bancos armoniosamente colocados -eso a veces también lo hacen paisajistas, que llegamos con ideas fantásticas para luego encontrarnos con un millón de impedimentos por las infraestructuras y los riesgos, en mi opinión, a veces sobrealimentados y la falta de rigor profesional para buscar soluciones que no dañen en realidad en una urna de cristal… . (Por algún sitio tengo que sacar mi impotencia y sarcasmo, como al final yo todo lo puedo solucionar con una plantica…).